El pueblo de Isluga ubicado en la comuna de Colchane, región de Tarapacá, se revela como un invaluable tesoro cultural en la frontera entre Bolivia y Chile, en el corazón de los impresionantes paisajes del altiplano, dentro del parque nacional volcán Isluga. Sus raíces se entremezclan con los periodos prehispánicos, y la abundancia de su historia se hace evidente en una serie de sitios arqueológicos que certifican su destacado rol como centro ceremonial para las diversas culturas andinas.
La geografía de Isluga se forjó a lo largo de los siglos mediante el sincretismo de la cultura aymara con la colonización y la evangelización occidental. El poblado, dispuesto en forma de tablero, exhibe viviendas construidas con piedra y barro. Algunas de estas casas conservan techos de paja brava, orientados hacia el sol, y en su interior albergan antiguos camastros de barro, testigos del tiempo que ha pasado.
Destacando en el corazón del pueblo, la iglesia de Isluga personifica el estilo etno-vernacular andino. Construida en el siglo XVIII, durante la intensificación de la acción evangelizadora de la Iglesia Católica, la iglesia presenta una estructura de muros apircados de piedra no canteada, unidos por argamasa y terminados con estuco de cal, otorgándole su distintivo color blanco. Su techo a dos aguas, cubierto con tejas de tierra cocida, se alza majestuosamente sobre el poblado.
La iglesia, rodeada por un muro de piedra y adobe, se encuentra enmarcada por arcos de medio punto que coronan la plaza lateral, conocida como «kancha», de gran importancia para las ceremonias religiosas locales. Este centro ceremonial y el pueblo en su conjunto reflejan un complejo proceso de sincretismo cultural y étnico, lo que llevó a su declaración como Zona Típica en 1992. Esta designación buscó preservar la autenticidad del entorno, evitando la construcción de edificaciones ajenas a la esencia del poblado.
Ubicado a 3.780 metros sobre el nivel del mar, Isluga se erige como el centro ceremonial del sector, extendiéndose desde el cerro Capitán hasta los límites con Bolivia. Según la cosmovisión aymara, Isluga es el centro ritual donde se dividen las dos parcialidades que conforman su mundo. Aunque el poblado permanece deshabitado la mayor parte del año, cobra vida durante festividades y conmemoraciones, cuando resonantes rituales y danzas tradicionales llenan sus calles. A lo largo de la historia, el único habitante permanente ha sido el «fabriquero», el custodio del templo.
La iglesia de Isluga, representante del patrón constructivo etno-vernacular andino, es el epicentro del espacio religioso del pueblo. Con una nave principal y un campanario ligeramente separado, ambas estructuras están rodeadas por un muro perimetral que abraza el atrio. Elementos ornamentales de piedra coronan el muro, extendiéndose hacia la kancha, que en tiempos pasados albergaba cuatro altares representativos de los ayllus aymaras, desafortunadamente destruidos.
A pesar de la escasez de habitantes, Isluga persiste como un espacio fronterizo de inigualable valor ceremonial para las comunidades del altiplano. Su iglesia centenaria, sus viviendas ceremoniales y la belleza natural que lo rodea hacen de Isluga un santuario cultural en las alturas andinas, testigo vivo de la riqueza simbólica y arquitectónica de la región.
Advertencia: Si visitas altitudes sobre 2.000 metros sobre el nivel del mar (m s. n. m), aclimátate para prevenir el mal de altura. Pasar tiempo en lugares con una altura intermedia ayuda. ¡Prioriza tu salud y disfruta tu visita!
Amigos viajeros, en su visita a la Región de Tarapacá, prioricen su seguridad y respeten el entorno. Opten por servicios turísticos registrados, lleven su basura y si van a explorar áreas remotas, viajen con un guía experimentado o alguien que conozca la zona. La seguridad es clave para un viaje inolvidable. ¡Disfruten con responsabilidad!