El poblado de Huara, cuyo nombre resplandece con el significado de «estrella» en aymara, se erige como un pueblo con raíces históricas profundas, enmarcado en la era del salitre que dejó su impronta en la Región de Tarapacá. Este rincón único se despliega majestuosamente, situado entre el mar, la pampa y la cordillera, destacándose como uno de los pueblos más singulares de la región.
Aunque la fecha exacta de la fundación de Huara se mantiene envuelta en el misterio, su origen está estrechamente vinculado a la instalación de una estación ferroviaria después de la Guerra del Pacífico. Este enclave, concebido para servir a las oficinas salitreras de la zona, se convirtió en el punto de partida para la gestación del pueblo. A diferencia de otras localidades que tienen una fecha precisa de fundación, como Iquique o Tarapacá, Huara trae consigo la impronta de un nacimiento relacionado con la actividad ferroviaria y salitrera.
El desarrollo de Huara como poblado cobra forma a partir de la década de 1880, cuando se crea la provincia de Tarapacá y la región experimenta una reconfiguración política y territorial. La localidad se integra como parte del tejido departamental, contribuyendo al afianzamiento del Estado chileno en los territorios recién conquistados. Posteriormente, el 30 de diciembre de 1927, Huara se erige oficialmente como comuna, consolidando su estatus como entidad local autónoma.
Huara, inicialmente concebido como un centro administrativo y de servicios destinados al salitre, vivió un auge importante con casi 7.000 habitantes. Sin embargo, su paisaje y dinámica experimentaron un cambio significativo a partir de 1962 con la construcción de la Carretera Panamericana (Ruta 5 Norte). Este hito marcó el inicio de una nueva fase para Huara, dejando atrás la imagen de la calle Arturo Prat y las concurridas estaciones de tren para dar paso a la presencia predominante de camiones, camionetas, buses y autos, según lo documentan estudios como «El espejismo de los lugares» y «La construcción del espacio en el desierto tarapaqueño».
El pueblo de Huara se configuró en respuesta a las actividades de las oficinas salitreras circundantes, como Ramírez, Santiago, Constancia, Santa Rosa, San Jorge, Tres Marías, Primitiva, Valparaíso, entre otras. Surgieron cocinerías, fondas, baratillos, tambo, corrales, entre otros establecimientos, conformando gradualmente un poblado en torno a la actividad salitrera.
La creación de Huara probablemente comenzó en los años 1886-1887, coincidiendo con la expansión de la Red del Ferrocarril Salitrero, que se extendía hasta la oficina San Donato y se dirigía al norte para la construcción de la nueva oficina Primitiva. Aunque no se menciona oficialmente en documentos durante el conflicto bélico de 1879, Huara se consolidó a principios del siglo XX como un pueblo de consideración con un comercio bien establecido y una variedad de servicios.
A comienzos del siglo pasado, Huara ya era un pueblo significativo, con una iglesia construida en 1906 que aún conserva campanas con ese fechado. Su desarrollo se hizo evidente en el plano demográfico, con una población notable en comparación con otras localidades de la región.
Huara, a lo largo de los años, ha presenciado transformaciones significativas en su paisaje y función, desde su papel en la era salitrera hasta los cambios socioeconómicos impulsados por la reactivación de las faenas de yodo y salitre en la actualidad. Su historia, enraizada en la intersección de la industria salitrera y la vida cotidiana, le confiere un carácter único en el contexto del desierto tarapaqueño.
Amigos viajeros, en su visita a la Región de Tarapacá, prioricen su seguridad y respeten el entorno. Opten por servicios turísticos registrados, lleven su basura y si van a explorar áreas remotas, viajen con un guía experimentado o alguien que conozca la zona. La seguridad es clave para un viaje inolvidable. ¡Disfruten con responsabilidad!